Se convirtió en paisaje que los medios de comunicación anuncien en sus titulares “asesinatos”, “desapariciones” y “amenazas”, que frecuentemente sufren algunos líderes sociales en Colombia. Muchos fungen como héroes anónimos, y en muchas ocasiones su labor y trayectoria social queda relegada por los hechos violentos.
No hay una cifra exacta que determine cuántos líderes sociales hay en Colombia, pero lo que sí se sabe, es que en lo corrido del año han sido asesinados 87 líderes, lideresas y firmantes de los acuerdos de paz, según cifras del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz- Indepaz.
Afortunadamente, Miguel Polo hace parte de uno de tantos héroes anónimos, que continúa apoyando a su comunidad del corregimiento de Bellavista, municipio de Algarrobo, en la región del Caribe colombiano.
“Es un don de Dios, algo con lo que se nace. El querer ayudar y reclamar los derechos de otras personas, como si fuera un familiar de uno”. Esa es la definición de ‘Líder social’ que da Miguel Polo, un habitante del corregimiento de Bellavista en Algarrobo, Magdalena, quien en el 2000, tuvo que vivir la crudeza del desplazamiento forzado.
“Los grupos armados tuvieron un enfrentamiento entre la guerrilla y los paramilitares. Hubo un desplazamiento masivo, nos tocó irnos a la Loma del Bálsamo, un corregimiento que queda en la troncal del Caribe”, contó este líder de 48 años.
Los registros indican que entre 1989 y 2002, la violencia se ensañó con este corregimiento de Magdalena. Esto, según el portal web ‘Rutas del conflicto’, debido a que en la zona “delinquían los ‘paras’ que controlaban el negocio droga en la Sierra Nevada”.
Algunos habitantes de Bellavista, cuenta Miguel Polo, se habían resistido a dejar sus tierras y pertenencias: “la violencia no nos dejó recoger nada, era el último llamado y ‘no responderían por las consecuencias’”, dijo.
Ya no había nada qué hacer, no podían seguirle haciendo ‘el feo’ a la guerra que les había tocado la puerta. “Al llegar a Loma del Bálsamo pasamos muchas necesidades. El alcalde de ese entonces nos regaló un lote, y ahí armamos unos ranchos”, recordó Miguel Polo, que en ese momento, empezó a desarrollar el lente empático, que solo algunos tienen.
“Viendo las necesidades de mi comunidad. Me levanté y me fui para la alcaldía de Algarrobo, y le dije al alcalde, que cómo era posible que no teníamos ni donde hacer nuestras necesidades. Las mujeres tenían que esperar la noche para hacer sus necesidades”, contó Polo.
El reclamo fue contundente y justificado. El alcalde, “el difunto José Isaza”, como dice Miguel Polo, le dijo que programara 45 familias para regalarles las tazas sanitarias que requerían, y así fue. Ese solo gesto, en que reclamaba por un derecho de primera necesidad, fue perfilando a Miguel Polo como un líder destacado en su comunidad.
“Ahí nace mi primera obra social, y la gente me escoge como líder y presidente de la junta en ese tiempo”, explicó Miguel Polo, al que las dificultades en la red de internet del municipio de la costa caribe, le impidió que la conversación fuera por lo menos, virtual.
No fue nada fácil para la comunidad de Bellavista adaptarse al nuevo estilo de vida que implicaba vivir en aquellos ranchos, después de haberlo tenido todo: “en donde tenías tu televisión, tu buena cama. En Loma del Bálsamo dependíamos de lo que nos regalaran. Uno con ropita, otro con un plato de comida…”.
El ‘golpe’ de los habitantes de Bellavista, no fue solo en el modo de vivir con escasez y necesidades económicas, sino también en la afectación sicológica, una huella que puede perdurar por años. “Nos marcaron. En diciembre no podíamos escuchar la pólvora, porque pensábamos que eran tiros, era horrible”, rememoró.
Pero como buen líder social, Miguel Polo no se queda en los recuerdos amargos, termina de relatar brevemente y retoma, “Pero tomamos vocería, y el gobierno comenzó a apoyarnos, en ese momento era el Departamento para la Prosperidad Social – DPS”.
Fue así como él, más otros tres líderes, hicieron la petición a la entidad antes llamada Acción Social, o Red de Solidaridad Social, del gobierno de ese entonces, para que les entregaran 45 viviendas para poder retornar a sus territorios. La respuesta fue mayor, les aprobaron 55.
“Nuestro logro más grande fue haber restaurado el pueblo. Esto era un desierto. Cuando pasábamos, porque estábamos cerca, nosotros llorábamos de ver el lugar donde vivíamos, cómo había quedado”.
Aunque el miedo seguía existiendo, los habitantes añoraban regresar a sus tierras. “Decidimos que era tiempo de retornar, y volvimos en el 2005, solo éramos 5 familias. Pero poco a poco fueron regresando más y más familias”.
Levantaron su pueblo de las ruinas que habían dejado los despojadores, quienes, cuenta Miguel, se llevaron hasta los postes de luz. El trabajo era grande y dispendioso, pero el liderazgo y confianza que generaban estas personas, provocó en la comunidad el sentimiento de apoyo necesario para empezar de cero.
“Conseguimos un segundo proyecto de vivienda de 45 casas. Luego, con el Comité Cafetero conseguimos mil láminas de zinc. Habían casas aún en buen estado, y las terminamos de restaurar, les pusimos el techo. Reconstruimos el pueblo entre todos, y nos dábamos ánimo entre todos”. Recordó Miguel Polo.
Hubo que esperar casi cinco años, para estar de vuelta en la “tierrita”, que, aunque no fue sencillo, representó el sueño que tienen otras 36000 familias que en 2022 fueron desplazadas forzosamente y sometidas a confinamiento por grupos armados ilegales. Esto según datos de la Defensoría del Pueblo.
Este líder social siempre ha trabajado de la mano de su comunidad, y gracias a ello, ha tenido reconocimiento en el pueblo. Es por eso que Miguel Polo recuerda de manera jocosa que la misma comunidad que le pidió que se lanzara al concejo, “lo decepcionaron”, al no brindarle el suficiente apoyo.
“La alcaldesa montó un líder aquí en el pueblo y comenzó a apoyarlo económicamente, igualmente la gente del pueblo. Y no los culpo, había mucha necesidad, y ella ofrecía los $50 000. Fue algo amargo porque perdí con una votación muy baja”, contó Miguel entre risas.
La “tusa” a la que se enfrentó este líder social, le duró casi un mes. No quería saber nada de ningún tipo de labor social. Incluso, él mismo admite que en ocasiones contestaba como no debía a sus vecinos, con frases como: “Vaya donde la alcaldesa a que les ayude”.
Esa ‘quemada’ que vivió Miguel Polo, no fue impedimento para continuar en su lucha por los derechos de su comunidad. Además, siente el ‘fresquito’, porque aquel contrincante, también se ‘quemó’, “ese fue el consuelo que tuve”, afirmó.
Este líder social no fue ajeno a las amenazas y persecuciones de grupos armados, por tomar vocería frente a las diferentes problemáticas que tenía su comunidad, a consecuencia del desplazamiento forzado.
“Me citaron en una finca donde habitualmente llevaban gente. Cuando llegué habían cuatro de ellos y enseguida llamaron por la radio diciendo, “¡llegó la pinta, aquí la tenemos!”.
Miguel Polo recuerda esta tétrica historia, como si se tratará de una película de acción, “el comandante paramilitar llegó en su caballo, venía como ‘a lo diablo’, con su pistola en la mano. Yo solo pedí a Dios, que tiene el control de todas las cosas”.
Entre insultos y maltratos verbales, Miguel Polo intentó pedir la palabra, argumentando que tenía derecho a exponer sus razones, y se la dieron, porque eran las últimas que él creía que iba a decir.
“Les dije que yo no estaba haciendo nada malo, simplemente había visto una necesidad. El hombre comenzó a entender. ¿Usted cree que es malo pedir unas tazas para que su mujer haga sus necesidades?, de pronto le pica un bicho raro” recordó Polo.
El comandante paramilitar razonó en que no había nada malo en su causa, y al contrario de lo peor que se podía esperar, le mandó a empacar un mercado a su familia, que esperaban inquietos noticias de Miguel Polo.
A pesar de los altibajos, Miguel Polo hoy vive tranquilo con los vecinos de su pueblo. En fechas especiales hace sancochada con la comunidad para compartir. Las elecciones son una de esas fechas. No se arrepiente de lo que ha hecho, y no le importa que no le paguen por eso. Él solo agradece que haya sido elegido “con ese don de Dios”.
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