Las caras lindas de Buenaventura: Entre la lucha y el aguante por cambiar su historia

Este informe presenta la realidad de la vida en un municipio como Buenaventura, el puerto más importante de Colombia que hoy está sumido en la violencia. Narra la vida de Brayam Murillo, un adolescente que tuvo que desplazarse a Cali para buscar mejores oportunidades en su futuro.

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Desafortunadamente Buenaventura tiene una sombra que no la deja en paz: la violencia. Un flagelo que es acompañado por la corrupción y el abandono estatal, que le resta oportunidades a sus habitantes de destacarse y trabajar por su ciudad, y en cambio, les toca migrar a las grandes capitales de Colombia en busca de superarse y escapar de los problemas arraigados a su territorio.

Uno de esos casos es el de Brayam Ferney Murillo Montaño, un joven bonaverense que hace 5 años llegó a Cali en busca de cumplir su mayor sueño. Ser un profesional.

En ese vaivén se ha enfrentado a retos económicos, que en un momento lo obligó a repensarse si valía la pena “seguir en la lucha”. Sin embargo, sus convicciones han sido claras y hoy está ad portas de ser un profesional en Finanzas y Negocios Internacionales de la Universidad Santiago de Cali.

“En Buenaventura priman los empleos informales, no hay mucha oferta laboral y las que hay son para unos pocos. En Cali he trabajado desde mesero en un restaurante, a liderar procesos en una cervecería. Si me hubiera quedado en Buenaventura, quizás no tendría la mente tan abierta, ni las proyecciones que tengo actualmente. Viviría para sobrevivir”, contó Brayam.

Su gran sueño de niño y adolescente era el fútbol, y a pesar de que se encontraba en un equipo que perdía más partidos de los que jugaba, era una pasión y un proyecto de vida vivir de este deporte. “El fútbol era mi amor tóxico, yo respiraba fútbol. Llegando a décimo grado comencé a darme cuenta que las cosas en el fútbol no se me estaban dando, y no porque no me surgieran oportunidades, sino porque mis papás eran muy sobreprotectores a raíz de lo qué habíamos vivido con mi hermana”.

El extremo cuidado que ejercían sus papás sobre él, lo cohibió de aprovechar oportunidades con reconocidos clubs de Colombia como el Deportivo Pereira y el América de Cali. Y no porque fueran malos padres, al contrario, el entorno convulsionado de su barrio y la muerte de su hermanita por leucemia, había desarrollado por sus papás una ‘capa protectora’ en Brayam.

Brayam Murillo y su hermana. / Foto: Especial para SMH 360

A pesar de vivir una etapa de rebeldía por no recibir el apoyo esperado por sus papás para ser un gran futbolista, Brayam, reafirmó su convicción de ser ‘alguien en la vida’. “Hicimos las averiguaciones en Buenaventura para estudiar Finanzas y Negocios Internacionales, pero la oferta de las universidades en la ciudad no abarcaba ese programa académico. Sin embargo, me inscribí en la Universidad del Valle con el ánimo de empezar una carrera, pero no quedé”.

Su caso evidencia la problemática que ocurre con 6 de cada 10 jóvenes colombianos que no logran ingresar a la Universidad, esto, según el Informe del Laboratorio de Economía de la Universidad Javeriana de Bogotá. “Muchos jóvenes quedan ‘volando’, porque no son destacados en algunas áreas o su puntaje no les alcanza para lograr un cupo en alguna de las universidades públicas. Esto los lleva a aplazar su proyecto educativo y dedicarse a trabajar o a otras actividades”, opinó Brayam.

Brayam no iba a permitir que su sueño se escapara por segunda vez, así que decidió traspasar fronteras y poner en la mira las universidades de Cali. “Me inscribí a la Universidad Santiago de Cali y pasé. Los primeros 2 semestres fueron de felicidad absoluta. Estudiar fue un escape a la realidad de mi fracaso con el fútbol”, dijo.

Sin embargo, la felicidad duró muy poco, pues sus papás decidieron terminar con su matrimonio, y de paso, también terminó el apoyo a los estudios de Brayam. Esto llevó al jovencito bonaverense a buscar la forma de continuar con su carrera universitaria.

Brayam recordó: “Para pagar cada semestre en la Universidad, me desempeñé como mesero y auxiliar administrativo en un restaurante; durante la pandemia tuve que aplazar mis estudios y trabajé en labores de mantenimiento en una fundación que recogía perritos de la calle; luego, fui agente en un call center, y finalmente hice labores de aseo y administrativas en una cervecería de mi universidad. Afortunadamente hoy en día realizo mis prácticas profesionales remuneradas y tengo un emprendimiento de ropa”.

“Vine a Cali en busca de ser una mejor persona, no busco ser un estorbo en esta ciudad. Quiero terminar mi carrera y ayudar a mi ciudad”, agregó.

Un momento amargo que recuerda este joven de 22 años, fue la pérdida de Daniel, su mejor amigo, hermano y confidente en Buenaventura. Hechos que lo obligaron a no visitar su ciudad en los últimos 2 años.

“Mi amigo Daniel era prácticamente mi hermano, éramos incondicionales. Él era peluquero y por esa profesión lo conocían todo tipo de personas, tenía una vibra espectacular, mantenía siempre alegre. En todo lado era bienvenido. Daniel también era motorratón, y en una de sus carreras, al cruzar una frontera invisible, lo mataron. Yo nunca había sentido la violencia tan cerca”, recordó.

Brayam recuerda que ese día fue más violento de lo normal en Buenaventura, hubo 7 muertos, de los que nunca imaginó que alguno sería su mejor amigo.

“Daniel representa la historia de muchos jóvenes en Buenaventura, que corren con la mala suerte de ni siquiera llegar a la etapa de la adultez por la violencia, y no porque escojan ese camino, sino porque se encuentran en un ambiente complejo, de malas personas y envidias. Daniel no tuvo la oportunidad de salir de la ciudad en busca de sus sueños como yo. Él probó suerte en otro país, no le fue muy bien y tuvo que regresar”, afirmó Brayam.

En Buenaventura, según Brayam no se puede progresar o tener un poco más que los demás, pues esto puede ser objeto de intimidaciones y extorsiones, a lo que los delincuentes llaman ”impuestos”, “No puedes aspirar a algo más porque te puede traer consecuencias negativas para ti o tus familiares” dijo.

Brayam destaca que su ciudad está llena de jóvenes talentosos, a los que si se les da una oportunidad, puede ser “un alma recuperada de la violencia que genere orgullo para Buenaventura. La educación y el deporte son las armas para combatir la violencia”, aseguró.

El puerto de Buenaventura es reconocido como uno de los más importantes de Colombia, mueve el 33.6% de la mercancía que se exporta e importa al país. Esto, según cifras del informe ‘Buenaventura: el puerto de Colombia’, de la Cámara de Comercio de Cali – CCC. Sin embargo, también es reconocida por estar en el puesto 43 entre las 50 ciudades más peligrosas del mundo, con una tasa de homicidios de 35,16 por cada 100.000 habitantes, de acuerdo al informe del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal de México.

Para Brayam, un joven criado en un barrio estrato 1 llamado Nueva Granada, “Buenaventura necesita una educación integral que incluya a los padres, porque muchos aún no han madurado, y según su comportamiento, asimismo crían a sus hijos. Conozco historias de amigos que les daban mucha libertad y hoy andan en la indigencia”.

Brayam Murillo es la representación de miles de jóvenes que sueñan con ser personas productivas para la sociedad. Sueñan desde sus casas construidas en obra negra, con carencias en los servicios públicos básicos y en medio de calles destapadas, poder algún día salir y darle lo mejor a sus familiares de forma honesta. Como él, muchos jóvenes luchan día a día por perseguir sus objetivos, luchan contra la adversidad, las necesidades y la falta de oportunidades.

Otros en cambio no les alcanza soñar, y terminan buscando sobrevivir en las calles que no evolucionan, en las que solo hay paso para la informalidad, o en el peor de los casos, la delincuencia. Algunos se la pasan esquivando las balas del fuego cruzado entre pandillas, o tristemente, terminan en un desenlace como el del amigo de Brayam, Daniel o el de Kimberly Quiñones, la niña que murió hace 2 semanas por cuenta de una bala perdida en el barrio R9 de Buenaventura.

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